Estructura del balance de situación: ¿dónde incluir los servicios externalizados?

¿Qué sabes del balance de situación y su estructura? Este documento es esencial para las empresas, dado que contribuye a que mantengan una buena salud financiera. Asimismo, es muy útil a la hora de abordar decisiones estratégicamente importantes, pues te detalla con qué recursos cuentas y con cuáles no. Si no lo conocías, vamos a explicarte en qué consiste, cómo se estructura y dónde puedes señalar las externalizaciones de los servicios. ¿Empezamos?

¿Qué es un balance de situación?

Como su propio nombre indica, no es más que un documento en el que se realiza un estudio o un análisis del estado financiero de una empresa. En él, quedan reflejados los activos, los valores, ahorros o gastos que pueda haber. Todo ello de manera pormenorizada, para que puedas hacerte una idea completa de lo que está sucediendo.

Ten en cuenta que los balances son «fotos» de instantes concretos. Es decir, a diferencia de otros informes, como pudiera ser un presupuesto anual, en los balances no se dan proyecciones de futuro. Sencillamente, se describe cada gasto y cada ingreso que tiene una empresa en el momento en el que se hace el documento, y se arroja el resultado final.

¿Por qué es importante contar con este tipo de documentos?

Porque son instrumentos de análisis que te proporcionan información precisa sobre la gestión económica de tu compañía. La principal ventaja de un balance es que te brinda una perspectiva amplia y exacta del estado económico de tu negocio. Podrás aprovechar esos datos para valorar nuevas inversiones o contrataciones, o para ver en qué recortar gastos.

¿Cómo es la estructura de un balance de situación?

Por lo general, estos documentos se dividen en tres partes. Obviamente, aquellas empresas con mayor carga económica dividirán en muchos más subapartados sus balances. Sin embargo, siempre se ha de conservar la siguiente estructura.

Los activos

Son los elementos de valor que tu compañía tiene en titularidad. Por ejemplo, un activo puede ser la maquinaria de trabajo que sea de tu propiedad. Del mismo modo, las deudas o los contratos que un tercero haya firmado contigo también formarán parte de tus activos. Ahora bien, hay que distinguir dos tipos:

  • Corrientes. Los activos corrientes son los que se pueden cambiar rápidamente por efectivo. Son propiedades, productos, inversiones, acciones u otro tipo de elementos susceptibles de intercambiarse por el valor de mercado que posean en ese momento. Son los que reflejan la liquidez actual de tu empresa.
  • No corrientes. Por otro lado, los activos no corrientes son todos aquellos que no pueden convertirse en efectivo en menos de un año. Serían elementos que tienen un valor económico, pero que, por un motivo u otro, no puedes transformar en dinero de manera inmediata. Un ejemplo: si posees un edificio de oficinas,, lo habitual sería contarlo como activo no corriente, puesto que la venta de un inmueble tan grande puede alargarse mucho en el tiempo. Otro caso de activo no corriente son las inversiones a largo plazo que hayas podido hacer.

Los pasivos

Aquí estarían todas las deudas o compromisos que tu compañía haya contraído con otra entidad, marca o particular, ya sean los préstamos o, sencillamente, las contrataciones. Un caso muy común son las externalizaciones de servicios. Generalmente, son gastos fijos mensuales, trimestrales o anuales que hay que interpretar como pasivos, es decir, es un dinero que debes a otra empresa. Tienes que diferenciar entre:

  • Pasivo corriente. Serían aquellos que tienen que devolverse en menos de un año. Aquí entrarían deudas como el alquiler del local o la compra a plazos de maquinaria o de otro tipo de instrumentos de trabajo. Asimismo, un pasivo corriente serían las externalizaciones de servicios. Si tienes contratada una agencia de traducción o una de publicidad, por ejemplo, tendrías que incluir el desglose en este apartado. El motivo es que, económicamente hablando, son pequeñas deudas que contrae tu compañía con una tercera.
  • Pasivo no corriente. Los que no vencen en menos de un año. Los ejemplos más claros son los préstamos, las hipotecas, o las compras a largo plazo.

Patrimonio neto

Es la cifra que surge al restar los pasivos de los activos. La idea siempre es obtener una cantidad positiva, puesto que, de lo contrario, tu negocio estaría en bancarrota o entrando en pérdidas. Con esta cifra final, podrás tener una «fotografía» más o menos exacta de cómo funciona tu compañía, económicamente hablando. Es muy útil para conocer el capital del que dispondrías para inversiones, cambios en la estructura y demás decisiones relevantes.

Ahora que ya sabes hacer un balance de situación y su estructura, este documento te puede ayudar a valorar si asumir o no nuevas inversiones. Una de las más rentables es contar con una agencia de traducción, ya que te ayudará a expandir tu negocio. En Blarlo, te echamos una mano para que alcances tus metas, ¡contáctanos!

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